Desde el inicio de los tiempos, el hombre ha tratado de explicar de dónde viene.
Por lo que se han creado dos grandes corrientes: la dogmática y la científica. En la primera se habla principalmente de Dios; que creó el cielo y la tierra – y por supuesto – a nosotros para habitar en ella. Y si bien se sustenta en religiones como la católica, no llega a ser la única que explica el dogma.
Por ejemplo, en la India creen en la reencarnación, en el oriente en Buda, y en Irán en Al-lah. Son buenas y dan enseñanzas todas. Sin embargo, no es que esté en contra de seguirlas, ni que sea malo hacerlo, pero considero a estas creencias como primitivas. En la ciencia, al menos, no nos obligan a creerla desde pequeños. Ésta no tiene ni tendrá todas las respuestas, pero van avanzando de a pocos.
El hecho de haber evolucionado de monos a homo sapiens, de que nos gestaron en un vientre y no por divinidad, de que el código genético humano sea heredado a través de nuestro ADN, de que la tierra gire 360º sobre su propio eje (por lo existe el día y la noche), de que estemos en un sistema planetario con millones de estrellas al que denominamos Vía Láctea – y que esté albergado junto a millones de billones de galaxias – se lo debemos a los grandes pensadores e intelectuales como Platón, Darwin, Newton, Tesla, Hawking, etcétera.
En conclusión, los conocimientos científicos que hemos adquirido a lo largo de la historia, son más creíbles (para mí) que las teorías dogmáticas.

Mauricio Arroyo
Nací en San Ramón, provincia de Chanchamayo, Junín – Perú. Actualmente tengo 15 años y soy alumno del glorioso Colegio Militar Leoncio Prado. Gané varios premios de danza y participé en varios concursos de comprensión lectora. Mis habilidades lingüísticas últimamente se han potenciado.