Miércoles, 24 Septiembre 2014 00:00

193 primaveras

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Cuando una república históricamente diversa se llena de la energía colectiva de la estación más floreciente.

Septiembre en sus días finales hace que la naturaleza explote, las flores estallen, las noches se acorten y las mañanas se alarguen, el sol se ilumine para cobijar y no para quemar, y el cielo se despeje para observar - en el firmamento adornado por nubes - singulares formas amoldadas por la intensidad del sentimiento, de nuestros estados de ánimo; tan variables como las estaciones a las que estamos regidos. Son potentes e influenciables como los planetas lo son para los astrólogos. A nadie le es indiferente, qué duda cabe pues. Del mismo modo, la primavera está comúnmente asociada a una imagen positiva de la vida, al crecimiento y la felicidad, lo cual tiene una explicación científica: el sol influye sobre el metabolismo en que el organismo reacciona ante los estímulos del exterior. Es decir, a más luz, más estímulo para que se dé o piense lo bueno, lo malo y lo feo. A pesar de estar siempre ligado a lo bello o a la energía de la juventud (no por nada se celebra su día un 23 de septiembre), pues por excelencia proyecta el mejor momento en la vida de las personas para actuar con una visión optimista del futuro, y cómo no, también sobre el presente.

Se dice que con su llegada nos sentimos más jóvenes, porque deliramos con que los árboles brotan con más fuerza, las raíces se asientan más y emerge el pasto tierno, verdísimo y altivo hasta en el desierto de Sechura. Concebimos hormonas revueltas, euforia que altera la sangre y los sentidos. Desestabiliza cuerpos, incendia pasiones, es un proceso de cambio que cubre con un manto verde todo lo esencial, que en primavera (contrario a lo declara El Principito) es visible a los ojos. Es la transición, la renovación de aquello que aparentaba haberse perdido o marchitado en el campo de la esperanza. Aquí en el Perú, tenemos la suerte de conservar la tradición norteña de Trujillo, ciudad de la Eterna Primavera, debido a que con sus privilegiados climas que presentan poca variación térmica entre estación y estación, tienen la autoridad para celebrar anualmente el Festival de la Primavera, un tradicional corso en el que participan reinas de belleza, caballos de paso y carros alegóricos, y que festejan saliendo a las calles la alegría de recibir la temporada, acogiendo por dicho evento a miles de turistas nacionales (provenientes de ciudades diferentes a La Libertad) y extranjeros (tutilimundi).

Sin embargo, se sabe que la magia peruana proviene de su terruño biodiverso y multiclimático, donde solo la Amazonía posee un clima propio de su latitud tropical, por lo que podemos afirmar que la primavera no es para nada absoluta, sino relativa a las particularidades del entorno patrio en el que se haya nacido o crecido, indiferentemente este se trate de la sierra, la costa o la selva. Por ello, estimado lector, delimitemos la definición y convengamos, de una vez por todas, que la primavera es ese estado de ánimo que se ve influenciado por la transición entre una estación y otra. Ahora meditemos un rato, ¿se puede afrontar un cambio de ánimo, sin antes tener una identidad clara? Las crónicas españolas han confirmado en relatos la existencia del Imperio de los Incas, que es actualmente el rostro histórico que le damos al mundo para deleitarlos, y bueno, ha sido esa la foto que se nos ha impreso en el pasaporte, ¿verdad? Pero hay que recordar que la arqueología también nos ha adjudicado con orgullo más de una veintena de culturas preincaicas que muchos foráneos ignoran, llevándonos inmediatamente a la conclusión de que nuestra identidad es eso, un crisol de orígenes y costumbres disímiles pero comunitarias al mismo tiempo.

Como peruanos con dos dedos de frente, debemos entender que al ser diversos en lo económico, lo socio ambiental y fisonómico, incluso más que en otros países, no nos hace diferentes entre sí, todo lo contrario. Lo que nos une son las taras comunes de antaño que desafiamos para superarlas con actitud positiva. La generación de hoy es activa, insurrecta, no siguen “momentos del año” para hacer y deshacer tal o cual cosa, no hay equinoccios ni solsticios que respetar si de emprender cambios se trata, pues qué mejor que demostrarle al mundo que la primavera no es solo una estación, que somos capaces de hallarla cuando queramos en los corazones de los apasionados, en la prudencia de los aplicados o en la determinación de los temerarios, y que depende enteramente de nosotros que florezca cuando nos plazca.  

Promoviéndote Perú

En el comienzo, allá por el año 2006, Promoviéndote Perú era una de esas ideas positivas que concebimos cotidianamente, de esas que mayormente no logramos madurar por dejarlas pasar. En aquella ocasión, la intención fue cultivar la esperanza de convertirnos en el mejor intermediario entre los hacedores y el éxito, como el verdadero medio difusor del emprendimiento en la población.