Más de 500 años han pasado del acontecimiento que marcó un ‘antes y después’ del mundo. ¿Debe celebrarse el Día de la Raza?
Los 12 de octubre se conmemora que en el lejano siglo XV, un grupo de marineros exiliados avistó ‘tierra desconocida’, luego de haber navegado por más de dos meses al mando de un tal Cristóbal Colón. El núcleo del ‘Día de la Raza’ supuestamente es ello, una Fiesta de Hispanidad, la cual tuvo su origen en 1842 (en la celebración del 4to centenario de la travesía), cuando el Decreto Real de María Cristina de Habsburgo instituyó recordar el día en que Don Cristóbal y sus secuaces montados en carabelas llegaron a este maravilloso continente. De la festividad, bueno, se dice que contribuye a la unidad de los pueblos que tienen en común el idioma, cultura y hasta la religión. Cosa muy lejana a la realidad, por cierto. Lo correcto, o políticamente al menos, es decir que Colón no descubrió América. Un rotundo no, pues como bien sabemos, en esta parte del mundo había gente viviendo hacía miles y miles de años. Por lo que no hay razón cultural e histórica para llamar al 12 de octubre como ‘Día de la Raza’, debido a que lo que emergió de tal fecha no fue un contacto entre razas, sino de culturas diferentes.
Antes de 1492, nuestro continente estaba poblado de cazadores y recolectores, que llevaban una vida distendida pero rigurosa, de subsistencia diaria y regida por bien marcadas y ancestrales culturas. Detrás del colectivismo que esté a favor o en contra del mercantilista genovés, hay una injustificada visión racista de la naturaleza humana. Afirman que la identidad de cada uno es étnica: si uno piensa que sus antepasados fueron buenos, supuestamente te sentirás bien contigo mismo; si uno piensa que sus antepasados eran malos, supuestamente sentirás odio hacia ti mismo. Seamos francos, los logros o fracasos de antepasados son absolutamente irrelevantes para el valor real de cada individuo. Solo la falta de sentido de la propia individualidad lo lleva a uno a buscar en otros lo que pasa por un sentido de identidad. Ni las obras ni las faltas de otros son las de uno, y uno no puede ni aceptar crédito ni culpa por lo que otro haya decidido hacer. Dicho en simple: no hay logros raciales ni fracasos raciales, solo logros individuales y fracasos individuales.
Así como las razas, que tampoco existen. Desde el punto de vista biológico, no hay razas humanas. Para los genetistas la raza se aplica para un grupo de animales que tienen características externas semejantes, o lo que se le conoce como fenotipo, y que son transmitidas de una generación a otra sin variable, definidas muchas veces por el clima de la geografía de un lugar u otro. De la totalidad del genoma humano, solo del 3% al 5% es el que codifica características, teniendo en cuenta que nuestro parentesco de ADN es del 99.9%. Lo que quiere decir que a nivel de toda la especie humana solo hay una diferenciación del 0.1%. Y si genéticamente no existen, entonces, ¿a qué le denominamos razas? Complejo. Pero serían todos aquellos constructos humanos para tratar de clasificarnos, sin embargo con la corriente del Darwinismo y la Teoría de la Evolución, simplemente esto se desmorona. No tiene mayor sentido. Aun así, los diferentes grupos humanos tienen distintos aspectos físicos que se explican (como sucedió con los animales) por la adaptación natural del cuerpo a aspectos climatológicos, como por ejemplo la pigmentación de la piel por reacción a la radiación ultravioleta, o la altura y peso por la complexión de la caja torácica en respuesta al calor o frío extremo. Científicamente el racismo no tiene aval, pero igual se concibe en la mente del hombre, ¿verdad? Y esto con el fin de congraciar órdenes sociales respaldados por estereotipos. Hay una naturalización asociada a la raza, porque se cree que ésta es una característica biológica, cuando objetivamente es solo una construcción mental.
Es increíble que en el Perú se siga hablando de racismo, y no por la variedad de fenotipos que (sobre) pueblan la sierra, selva y costa del territorio nacional, sino por el gobierno de ideas anacrónicas que refieren a una supuesta superioridad entre un grupo étnico y otro. Explicada en el pasado próximo, cuando éramos un país más rural, donde quedaba claro que: el terrateniente tenía la condición de persona, el mayordomo y capataces era un híbrido intermedio, mientras los campesinos era un grado inferior de ser humano (¡se decía incluso que no tenían alma!). Lamentablemente pareciera que no hemos renunciado a este pensamiento retrógrado, todavía hay quienes necesitan afirmar las diferencias sociales por criterios ‘raciales’.
Volviendo a lo mismo, desde la ciencia, la raza no existe, por ende el racismo tampoco debería. Pero existe. A lo que cabe las interrogantes: ¿Queremos o no queremos vivir en un país con tanta desigualdad y discriminación? Y más importante aún, ¿cómo podemos cambiar esta situación? Reconozcamos que cada persona es una entidad soberana con poder de elección y con juicio independiente. Ese es el valor incuestionable que ha de ser proclamado siempre con orgullo, de forma independiente al color de tu piel. Por ello, que queden de lado los modelos publicitarios, esos que suelen mostrarnos (ahora cada vez menos) a las familias felices, la limpieza profunda y los dientes súper blancos. Blancos como los ‘exitosos’, o negros como los deportistas, o cholos como los ignorantes… Y así sucesivamente. Olvídalo. Nadie es modelo de nadie. Dejemos atrás los complejos y de una vez por todas avancemos, ¡qué tal raza! ¿No?

Promoviéndote Perú
En el comienzo, allá por el año 2006, Promoviéndote Perú era una de esas ideas positivas que concebimos cotidianamente, de esas que mayormente no logramos madurar por dejarlas pasar. En aquella ocasión, la intención fue cultivar la esperanza de convertirnos en el mejor intermediario entre los hacedores y el éxito, como el verdadero medio difusor del emprendimiento en la población.