Viernes, 22 Agosto 2014 00:00

Añoranzas en el extranjero

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(Comienza el sueño)
Suena la alarma, mamá abre la ventana, corre la cortina, entra una luz, hay sonidos en el cuarto, se escucha como un eco lejano que va y viene como el ulular de las olas; levan-tate… colegio, escuchas. Quién sabe si es un sueño o realidad. Mamá o papá tiran tu sábana al suelo aunque te aferras a ella con todas tus fuerzas. Suena un pitido agudo que va en incremento, parece clave morse; es la tetera avisando que el agua está hervida. Papá te carga suavemente de la cama, te aferras a su cuerpo; no abres los ojos. Escuchas que alguien se cepilla los dientes, debe ser tu hermana, que aunque es floja igual que tú, parece emocionada por ir al colegio. Te cepillas, el agua choca tu rostro, abres los ojos, grandes y brillantes. Es hora de sentarse al desayunar. Ahí está la panera de plástico Basa (mamá la compró de oferta intercambiando dos chapas de gaseosa más unos soles). La mantequilla y el cuchillo las acompañan. Tu taza está frente tuyo, es un generoso vaso de quaker con leche, a lo que se les ha sumado trocitos de manzana para darle mejor sabor. De fondo se oye el locutor de la radio -Y estos son nuestros titulares- con voz grave, pero cálida. Entonces dicen: “Te damos la hora. Siete con veinte, siete con veinte en todo el Perú”. Mamá alista la lonchera, es más que seguro que otra vez hay un pan con huevo que tendrás que cambiar en el colegio; con suerte papá te podrá dar un sol para comprar algo en el quiosco.

Llegas al colegio. Formación. Filas, uno detrás del otro. Guarden distancia, grita el auxiliar para que todas las secciones, del A al C lo escuchen. El himno: Somos libresPadre nuestro que estás en los cielos… El aula, la clase de razonamiento matemático, si un tren viaja… El profesor escribe con tiza blanca, roja y amarilla en la pizarra verde. La mota es como su perro guardián, callado y fiel. Aprovechas para hacer un avión de papel, lo lanzas por la venta hacía la calle. El profesor voltea, se dirige a todos. Dicta su clase. Pregunta quién sabe la respuesta. Ahí va otra vez María, levanta la mano, el profesor sonríe, y expresa con el rostro que es correcto. María dos puntos más en el curso, la premia el profe. Se reanuda el dictado, escribes con lapicero azul, e intercalas con el negro, otros tienen ese súper lapicero que tiene todas las tintas en uno: verde, rojo, azul, morado. Al pilot le queda poca tinta, lo sacudes hasta conseguir que conceda terminar la clase al menos. La profesora pregunta si entendieron la lectura. Todos están confundidos. Entonces júntense en grupos de tres, dice. Todos arrastran carpetas, son pocos los que se paran a cargas sus carpetas. Parece la Vía Expresa en hora punta. Lees en voz alta para que tus dos compañeras escuchen “E l c a b a l l e r o C a r m e l o”, Abraham Vadelomar.

¡Ring! ¡Ring! ¡Ring!, suena una lata chocando con otra con rapidez. Recreo. Todos corren al patio lleno de niños de aquí a allá. Los más pequeños jugando canicas, trompo, chapadas; las chicas caminan de a tres, entrelazando sus brazos unas con otras como fungiendo de papá que entrega a su hija en el altar. Ríen. Cuchichean. Chupan coquetamente un Bon Bon Bum. Llenan sus slams: nombre y apellidos, plato favorito, color favorito, ¿Quién te gusta? (lo dejas en blanco). Miras a los chicos desde el balcón correr, sudar, caer. En el patio están también las deportistas, que van trazando con un pedazo de tiza blanca una línea blanca que delimita la zona de cada quien, y a la vez, es la red imaginaria en el juego de vóley. Terminan con las manos rojas de tanto darle a la pelota. Otras niñas prefieren las ligas, saltan de aquí para allá, mientras que van subiendo las ligas hasta sus caderas para aumentar el nivel de dificultad. El sonido de los yaces de metal y el levis con palmadas se hacen intensos. Profesores, auxiliares y personal de limpieza conversan, sonríen, se palmotean las espaldas unos a otros frente a la dirección, contándose anécdotas del día o compartiendo experiencias. Andas corriendo entre los niños de tú salón, que se empujan persiguiendo la Viniball. O si faltaba pelota, no cabía más que usar la misma creatividad de nuestros padres: juntar las últimas hojas de algunos cuadernos de los chicos del salón, aplastarlas y darle un par de vueltas con cinta Scotch. Desearías que el recreo sea eterno, o por lo menos que dure una hora completa. Se acabó.

(…)

Aunque cansado, sabes que le prometiste a la vecina apoyarla con una pollada. No puedes fallarle. Un viejo amigo del barrio se encuentra delicado de salud, necesitan operarlo y todos los vecinos se han decidido ayudar con esto. Las cocineras echan el kerosene, jalan la palanca del primus para aumentar la flama. Todo el barrio puede oler lo que se está preparando e imaginan lo delicioso que quedará ese pollito con aderezo casero, con su par de papitas sancochadas, ají y ensaladita con su rica vinagreta. Su vaso de chica morada, o de cerveza (combinaciones perfectas). Un grupo criollo de viejos lobos llega para amenizar la jarana, tocan con el cajón y puntean la guitarra con destreza. El cantante no necesita micrófonos, todo es acústico, resuena: “Yo quiero que escuches, imagen de mi alma que te ama y te adora, como una aventura que nadie ha gozado, termina el trabalenguas exhausto, toma aire, y antes de continuar improvisa unos piropos y chascarrillos para los presentes. De pronto te acuerdas que tu esposa te dice que mañana te toca ir a comprar al mercado. Vas. Ves a un amigo del colegio, matemático él, hábil en cualquier materia que requiera cálculo. Lo saludas con afecto, se acuerdan de los tiempos cuando jugaban al trompo o intercambiaban figuritas de algún álbum de moda; el te cuenta que su negocio ha crecido, que no solo está este puesto sino dos en el mercado de la siguiente cuadra y otro en el Centro de Lima. Antes de que te vayas, la casera mete a tu bolsa unos tubérculos que no te cobra, le agradeces. Regresas a casa y te encuentras con un viejito que te dice: “si tú eras pequeñito la última vez que te vi. ¿Cómo está tu papá y la familia? ” Le respondes, le das un abrazo y sigues. El señor de las bombitas dulces y la cachanga te espera en la esquina, le compras dos soles de ambas y te da tu yapa; estás contento.

(Termina el sueño)
Hace mucho tiempo tuviste que viajar, el país andaba algo mal, ¿verdad? Ahora te encuentras en alguna parte de Europa, donde ya no usas soles sino euros; ya no comes pollito broaster de la vecina de la esquina, sino Mc Donald's. O quizás estés en otro continente… No importa en donde te encuentres, toda la vida recordarás quién eres y de dónde vienes. Peruano te hacen tus recuerdos. Peruano serás por siempre.

Hans B

Lima. 1982. Payaso de profesión (Sin ejercer por el momento). Nostálgico empedernido de mi infancia. Era de los chicos que en la primaria su madre lo sacaba a bailar de la mano con una niña del otro lado del salón y ni siquiera la miraba a la cara. La payasada me iba a salir cara, por lo que mis padres me apoyaron para estudiar comunicaciones y aquí estoy escribiendo un poco, observando nuestra sociedad y dándole algo positivo.